miércoles, 22 de febrero de 2012

Muerte cotidiana:

A veces creemos, o queremos creer, que las cosas pasan por casualidad o por el “destino”. Que es algo que sabíamos que sucedería, que lo “presentíamos”, pero, en realidad, era que lo habíamos estudiado, lo habíamos analizado, comparado, proyectado, etc.

Las casualidades no existen, porque quedan libradas al arbitrio de un ser superior o fin que desconocemos, o, mejor dicho, queremos desconocer.

Las causalidades existen. Cada acto tiene un motor y una consecuencia. Sean estos inmediatos o mediatos. Así, como también, pueden modificarse o evitarse. Pero todo acto está ligado con otro, así como sus consecuencias, que cuando se combinan todos estos, pueden traer innumerables variantes y desenlaces.

Miércoles 22 de febrero, y es de mañana. Estación Once de la línea Sarmiento de trenes. Una formación impactó al final de la vía provocando un nuevo desastre ferroviario en lo que va de un año. Cuarenta y nueve muertos, seiscientos heridos dicen los medios en sus carteles gigantes de color rojo. Se busca la nota con el pasajero aunque esté muy lastimado. Nada importa.

En Flores, hace unos meses, un accidente entre un tren y un colectivo. Once muertos. En Palermo, sobre el puente Pacífico descarriló el San Martín, con sus consecuencias. En Abril del 2011, en la línea mitre ocure otro descarrilamiento, etc.

Que las vías estén desniveladas, y hasta sin estar sujetadas a los durmientes (viejos), y que el tren salte y dé sacudones, no es nada nuevo. No es novedad y no espanta.

Que las barreras no bajen y que no haya banderillero, tampoco.

Que el guarda maltrate a los pasajeros y que el tren no funcione, no importa.

Que, además de pagarles a aquellos que manejan los medios de transporte, y a sus defensores políticos y sindicales, y que también manejen nuestras vidas, parece que tampoco importa. Así, como tampoco importa cuando los mismos trabajadores, quienes no sólo cumplen un horario o no se escudan tras un cargo, denuncian las condiciones laborales y del transporte.

Cuando nos importe el otro, cuando sepamos lo que es la solidaridad y el apoyo mutuo, vamos a entender que no existen las casualidades, que no hay tal “destino”. Nos daremos cuenta que merecemos respeto, que nadie puede hacer teje y maneje de nuestras vidas, que no hay que dejarse manosear, que el poder en todas sus formas y colores es lo que nos mata día a día. En ese momento, nuestros “presentimientos” van a ser certezas de que no valemos nada para aquellos que viven de nuestra sangre por lo que dejamos en nuestros trabajos, lo que nos quitan los políticos y el periodismo cuando necesitan de nosotros muertos o como chivos emisarios.

Cuando comprendamos esto, nadie va a atreverse a quitarnos un átomo del fuego de nuestras vidas.

¡VENGANZA POR LAS VICTIMAS DE ESTE SISTEMA ASESINO!


Hernán.


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